domingo, 23 de octubre de 2016

Recuerdo que no pude llorar

Y recuerdo que no pude llorar, que estaba inundado por dentro pero las lágrimas se negaban a morir lanzándose al abismo de mis mejillas, a dejarse ver derrotadas mientras tomabas tus cosas y te marchabas. No pude llorar, gatito, no pude aunque moría por dentro y sentía como una bala me atravesaba los años, hundiéndose en los sueños e infectándolos de oscuridad.

Y autómata de aquel adiós que no podía evitar, sólo pude acompañarte hasta la puerta y seguir tus pasos adelantados por la calle, con la cabeza abajo y el silencio quebrándome la vida, con las manos llenas de rabia pero sin la fuerza para sostenerte porque dentro todo en mí se rompía. El camino lo conocía desde la infancia cuando recorría momentos felices junto a mis padres, pero que esa mañana soleada se tiñó para siempre de dolor y remordimiento mientras te alejabas indiferente, para abordar un taxi rumbo al olvido.

El regreso a casa fue el infierno siguiéndome a la puerta, colándose tras de mí por la ventana mientras la inercia me llevó sin saber cómo hasta la habitación, donde me dejé caer sobre el alfombrado espacio que aquella madrugada había dejado de ser solo mío, y fue nuestro. Era la tristeza más grande que me ha inundado el pecho y yo seguía sin poder llorarla, solo sentía el peso de ese llanto queriendo desbordarse sin saber cómo, o quizá tenía vergüenza de que el cielo de una vida a tu lado como siempre había querido se escapó entre mis dedos.

Y recuerdo que no pude llorar, que la mirada se me perdió por horas en la nada, y yo me perdí en el primero de mis instantes de locura, y desde entonces ya nunca he podido dejarte de llorar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja tu comentario sobre esta entrada: