jueves, 6 de diciembre de 2012

A ti, que no estás

No, es que no entiendo como haces para mantenerte vivo después de tantas veces que te he ahogado, ¿acaso los recuerdos pesan menos que las ganas de olvidarte y por eso siempre encuentran la manera de mantenerse a flote?

Hoy todo empezó con algo tan simple como escuchar una canción, una que dijiste era mía, pero que con el tiempo se hizo tuya, o mejor dicho de tu recuerdo. La escuché sin querer, casi sin darme cuenta, incluso creo que la disfrutaba hasta el momento en que tus ojos oscurísimos se me aparecieron por dentro de los párpados cerrados. Y es que me gusta escuchar la música con los ojos apretados, para que no se me metan los recuerdos precisamente, pero tú ya estás dentro, atacas desde el interior; ¡genial estratega militar resultaste ser!

Una noche, hace no mucho, trataba de recordar tu voz y me dí cuenta que casi se me ha olvidado, aunque aún retumban ciertas palabras de nuestras largas conversaciones. ¡Que divertido era hablar contigo!, tan cáustico y satírico pero a la vez tierno e indefenso; ya nada ha sido igual desde que decidiste no hablarme más, he reído pero sin complicidad, he filosofado pero sin emoción, he vivido pero sin un alma.

Hace tiempo que no he hablado de tus ojos, casi un párrafo ha pasado desde la última vez que lo hice. Cuan brillantes eran para ser tan oscuros, como las noches de luna menguante, como las noches que me enamoran. Que extraño se me hace escribir todo esto después de tanto tiempo que te haz marchado, cuando cada parte de ti está tan cruelmente viva en mí día a día, pero sobre todo en mi noche a noche. Si te haz preguntado como es no irse nunca de algún lugar, pregúntame a mí, que de aquí no te haz movido.

¿Te dije ya que no puedo sacarte de mi cabeza?, disculpa si lo repito, es que estás ahí todo el tiempo y ocupas todo espacio de razonamiento y hasta orden gramatical. Ya eres exclamación y te haz convertido en pregunta, ¿para cuando pretendes transformarte en punto final?, ¡lo necesito!