lunes, 24 de junio de 2013

Mecano, para no entender

Le tocaba el turno a Joaquín Sabina, pero sé bien los efectos que tiene en mí, así que preferí escuchar una vez más a Mecano. Y es que no sé que me han hecho los músicos españoles, pero cuando se trata de una tarde fría en la que mi cabeza ronda las ideas más tristes, siempre me vienen bien.

¡Ah, si!, hablaba de las ideas, esas que merodean cerca mientras trato de evitarlas pero nunca puedo, me saben llegar en ese segundo de parpadeo en que bajo la guardia. A veces traen nombres y a veces traen sueños, pero otras, la gran mayoría, me traen miedos; es por eso que no me gusta hacerlas pasar, mucho menos invitarlas a una taza de café, se quedarían para siempre, como esas hermanas de mi abuela que nunca se van.

¿Se han dado cuenta cómo la gente da mil vueltas cuando no sabe cómo empezar lo que vino a decir?, pues bien, este es uno de esos casos porque nunca he hablado de mis miedos. Tengo miedo a las alturas, tengo miedo a los payasos, tengo miedos que avergonzarían y tengo miedos que simplemente tienen miedo de sí mismos. Pero entre todos, el mayor miedo es ese a lo que los demás piensen de nosotros, porque podemos ser muy independientes y descarados, pero siempre habrá una opinión que nos importe, y es entonces cuando enfrentamos un miedo que nos conoce bien, que ha crecido con nosotros.

Me gusta, ¿le gusto?. Me encanta su sonrisa, ¿qué pensará de la mía?. Tiene tanto para decir, ¿le pareceré interesante?. Esas y otras ideas que rondan tu cabeza mientras caminas a su lado fingiendo un paseo relajado, pero que ha entumecido hasta tus huesos. Y si, los miedos pueden paralizarte en ese momento, pero los peores son aquellos que te paralizan después, los que rompen la crisálida y no son mariposas, sino malentendidos que arruinan todo y que no sabes como arreglar.

Entiendo que no entiendan lo que quiero decir, y es que yo tampoco me entiendo a veces y Sabina lo sabe bien, por eso escuchaba a Mecano, para no entender.