domingo, 10 de noviembre de 2013

El corazón, como los platos de la abuela: ¡roto!

Que triste cuando sientes que algo se muere para siempre dentro de ti. No, no duele, solo sientes nostalgia porque sabes que ya no volverá más, ya no tiene espacio, ya no tiene arreglo. De pronto intentas aplacar ese ¡crack! que escuchaste, intentas inundar su ruido con música de Alanis.

Que triste cuando sientes que de nada sirvió el consejo de la abuela sobre pegar los platos rotos de la vajilla china y cuidarlos mucho, ella no los sacó más, entonces tú tampoco lo usaste más. Que sabia era la abuela, ella aún conserva sus platos, remendados pero ahí están al fondo del cajón; en cambio tú, tú ya no tienes nada, se rompió por última vez y haz entendido que ya no hay arreglo.

Pero si solo fue un resbalón, te dices angustiado tratando de excusar tu torpeza, no fue nada que pudiera haberlo averiado seriamente, fue tan rápido que no pudo haber causado tal daño. ¡JA!, que equivocado estabas, y entonces aceptas derrotado que es triste cuando te das cuenta que le bastó tan poco para desarmar tu escudo, y tan solo unos segundos para tirar años de cuidado al piso. Si, como ese bebé que tira la pieza de porcelana más preciada de la casa, la que tu madre guardaba para obsequiarle al amor de tu vida el día de tu boda, ¡que triste!.

Que triste es cuando sabes que te rompieron el corazón por última vez.

lunes, 24 de junio de 2013

Mecano, para no entender

Le tocaba el turno a Joaquín Sabina, pero sé bien los efectos que tiene en mí, así que preferí escuchar una vez más a Mecano. Y es que no sé que me han hecho los músicos españoles, pero cuando se trata de una tarde fría en la que mi cabeza ronda las ideas más tristes, siempre me vienen bien.

¡Ah, si!, hablaba de las ideas, esas que merodean cerca mientras trato de evitarlas pero nunca puedo, me saben llegar en ese segundo de parpadeo en que bajo la guardia. A veces traen nombres y a veces traen sueños, pero otras, la gran mayoría, me traen miedos; es por eso que no me gusta hacerlas pasar, mucho menos invitarlas a una taza de café, se quedarían para siempre, como esas hermanas de mi abuela que nunca se van.

¿Se han dado cuenta cómo la gente da mil vueltas cuando no sabe cómo empezar lo que vino a decir?, pues bien, este es uno de esos casos porque nunca he hablado de mis miedos. Tengo miedo a las alturas, tengo miedo a los payasos, tengo miedos que avergonzarían y tengo miedos que simplemente tienen miedo de sí mismos. Pero entre todos, el mayor miedo es ese a lo que los demás piensen de nosotros, porque podemos ser muy independientes y descarados, pero siempre habrá una opinión que nos importe, y es entonces cuando enfrentamos un miedo que nos conoce bien, que ha crecido con nosotros.

Me gusta, ¿le gusto?. Me encanta su sonrisa, ¿qué pensará de la mía?. Tiene tanto para decir, ¿le pareceré interesante?. Esas y otras ideas que rondan tu cabeza mientras caminas a su lado fingiendo un paseo relajado, pero que ha entumecido hasta tus huesos. Y si, los miedos pueden paralizarte en ese momento, pero los peores son aquellos que te paralizan después, los que rompen la crisálida y no son mariposas, sino malentendidos que arruinan todo y que no sabes como arreglar.

Entiendo que no entiendan lo que quiero decir, y es que yo tampoco me entiendo a veces y Sabina lo sabe bien, por eso escuchaba a Mecano, para no entender.

domingo, 17 de marzo de 2013

Esperarte, lo que mejor me sale

Esperarte no me ha llevado a nada, porque tú te has llevado todo…

Porque pensar en ti es nadar en el mar, placentero y de un mal sabor de boca
Es lanzar una moneda a la fuente, sin sentido y sin embargo tan esperanzador
Es cruzarse con tu recuerdo e ir a la guerra, siendo ejército de apenas un hombre
Es descansar sobre un campo minado, inquietante, peligroso, desconcertante

Esperarte no me lleva a nada, solo a tus ojos marrones, engarzados en mi llanto…

Porque llorar por ti es llover en primavera, desconcertante por el tiempo
Es aquel cuento de hadas que fue pasado y no sabes si en verdad pasó
Es sonreírle al mundo sin saber si te alcanza el presupuesto para engañarlo
Es pasear por las calles de la mano de un adiós que no se fue, que no se irá

Esperarte no me llevará a nada, porque llevas mi silencio atado a tu voz…

Porque decir tu nombre es pecado medieval, es tortura y sin embargo es placer
Es buscarte en el desván, y encontrar un baúl sin nada más que yo en él
Es hacerte silencio, que no es más que oírte en concierto en mi pecho
Es enmudecer ante el ruido de tu ausencia, de un lejano ayer

Esperarte no me es opción, porque tú así lo decidiste cerrando la puerta…

Porque escribírtelo todo es un alivio, de esos que no alivian, pero si al final
Es deseo de contártelo todo, pero sin tener nada, sin ser ni un quizás
Es tocarte a la puerta sin hallarte ahí dentro, es esperar tu regreso
Es cruzar de acera sin dejar de contemplar tu ventana, y seguir esperando

Esperarte en la estación de la noche, donde te veo más fácilmente…

Porque esperarte es lo que hago, lo que me he vuelto, lo que mejor me sale
Es lo que se me ha llevado los años por delante, y las ganas también
Pero esperarte es lo único que he sabido hacer bien en mi vida
Es mi profesión perfecta, la vocación de mi alma, el dolor tras el placer

Esperarte, porque aunque no me ha llevado a nada, me lleva a tu recuerdo…