miércoles, 17 de septiembre de 2014

El espejo

¿Te has visto en un espejo?, llevo preguntándome aquí, de pie frente a uno por quién sabe cuánto tiempo. Y aún así, con mi reflejo delante no sé responder esa pregunta, o quizá solo no quiera hacerlo. Esculco cada parte, tratando de encontrar algo que podría ver en mí, que podría enamorarle como él ha hecho conmigo, y se me ha vuelto imposible.

Miro estos ojos que solían ser cafés y hoy siempre enrojecidos. Ellos, de quienes siempre decían cosas dulces, que enamoraban cuando sentían pena de las palabras que les dedicaban, y que no han escuchado nada parecido en tanto tiempo. Ellos, que me dan miedo incluso a mí, porque si los ojos son el reflejo del alma, estos solo avisan el infierno que debo llevar por dentro.



Toco en el espejo esos labios que hace no mucho tantos deseaban besar, y que guardaba solo para quienes pudieran tocarme el corazón primero. Que tonto, hoy secos, sin mucho que dibujar, llenos de sonrisas que adornan los verdaderos sentimientos grises que provienen de aquel infierno que reflejan los ojos. ¿A dónde se han ido, si siguen aquí pero ya no están?, eso precisamente: siguen aquí, pero ya no están.

Busco aquel príncipe que pintaba de azul a los ojos de tantos, que paseaba esbelto y gallardo esperando encontrar el suyo propio. No está más, se ha ido quizá a tierras lejanas por no haber aceptado tiernas manos que le ofrecían un final feliz cuando aún podía gustarle a alguien. Y hoy, sus ruinas frente a un espejo que le abofetea de realidades, le abruman de ayeres y le recuerdan que los sueños de hoy no se cumplirán mañana.

Me he visto en un espejo y sigo preguntándome si lo haría nuevamente, si hay algo allí que valdría la pena. Y entonces entiendo su distancia, su proceder y sus silencios; y es que yo tampoco me hubiese acercado, también me hubiese avergonzado, no hubiese encontrado razón de quedarme. Si, hoy me he visto en un espejo y encontré sus razones, esas que yo también tuve un día, y lo merezco.

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