domingo, 31 de agosto de 2014

Yo, nunca

Yo nunca seré un suspiro para su pecho, una lágrima de sus ojos, un te quiero por la mañana. Nunca un poema de sus dedos, alguna mirada tierna, ni un sueño que haya anhelado. Tampoco seré latido, su escudo para la vida, ni un tiempo del que añore su llegada.

Yo nunca podré ser chispa en sus ojos negros, que aunque de un marrón oscuro, prefiere llamarlos como a la noche. Tampoco serán sus noches las que yo viva, con las que muera. Nunca podré besar su frente cuando él crea que ha fracasado, cuando se despida por la tarde, o cuando sepa que me ha ganado.



Yo nunca podré dibujar esa sonrisa cuando le envían un mensaje, aquella en que cierra los ojos y frunce hermosamente la nariz mientras hecha su cabeza hacia atrás, anticipándose a lo que escuchará. Nunca besaré sus labios, de los que él hace broma y con los que yo sueño. Tampoco podré dejarle recostar su cabeza sobre mi pecho cuando haga frío, cuando esté triste, o cuando calle sus miedos inconfensables.

Yo nunca podré decirle cuánto le amo, cuánto le anhelo, cuánto le sueño. Tampoco querrá escucharlo, podrá sentirlo de regreso, o sabrá aceptarlo sin reclamos. Nunca he sido yo, hasta ahora, hasta él, hasta que sus cejas entraron en mi vida acompañadas de aquellas largas conversaciones de madrugada. Nunca he sido más yo que ahora, y nunca más lo seré.

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