domingo, 14 de octubre de 2012

Ni me perteneces, ni te he vivido.

Suspirarte cuando ni me perteneces, soñarte cuando apenas y te he vivido, el corazón no tiene sentido porque los sentidos tienen demasiado corazón. Y ahí estás tú, en medio de ambos, y yo sin saber a donde dirigir mis palabras, sin encontrarte rima por miedo a encontrarte espacio en mi alma, y no lo quieras.

Y tus ojos, ¡ah! esos ojos de los que tanto huí y que hoy me persiguen la sombra, que enmudecen hasta al más descarado jazz, a la más triste nota aguda de un blues. Y ahí están ellos, marrones como los atardeceres de verano y ajenos, tan ajenos; y yo aquí, suspirándoles cuando ni me pertenecen, cuando ni los he vivido.

El silencio que envuelve mis noches, que te pertenece, que haz vivido. Él, que no encuentra palabras más que tu nombre para llenar mis latidos; a ese silencio yo le dedico mis horas, le devuelvo suspiros, le comento al oído que te quiero en mis brazos y llamarte amor mío.

Viviendo mis días deseando tus tardes, queriéndote un río, tomarte la mano y tatuarte mis labios que no te han vivido. Y mis sueños que se arman apenas te miro, apenas te leen; que te pertenecen cuando ni me perteneces, ni te he vivido.

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