Inmóvil por horas, frente a una pared de ganas perdidas
el lienzo blanco que separa esta habitación del mundo
que busca ser el comienzo, y aveces el final de un cuadro
Y allí aparece, con tenues trazos de la memoria
con tinta de miradas perdidas, de palabras olvidadas
dejándome nulo, con la mirada fija y los ojos desérticos
Y allí está él, con sus largas pestañas que eran pinceles
que dibujaban formas desconocidas, imprecisas, perfectas
que batían como alas en cada parpadeo, libres al unísono
Y allí está su tiempo, cargado en sonrisas y horas de sueño
buscándose en laberintos de recuerdos que quieren olvidar
encontrándose en pasillos sin salida, sin amnesia, eternos
Y allí está con su cabello negro, alborotado y pendenciero
seduciendo hasta a las lágrimas. invitándolas a ser ríos
enchinando la piel de un solo golpe de recuerdo, de ausencia
Y allí está en un cuadro de tiempos mejores, de tiempos felices
debatiéndose entre ser olvido o fantasía de volver a vivirle
entre callar o suspirar su nombre de ópera, ¡Fausto, Fausto!
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