Después de todo eso, ya es hora de ahogar el sentimiento para siempre, para olvidar su nombre de ópera, para nunca más recordar su tiempo, para no perder el mío, para no llorarle cada vez que me acuesto en la cama que una madrugada compartimos, para abandonar esos sueños en los que me pierdo en sus ojos y regreso a nuestras charlas. Es hora de dejar de pensar si tendrá una vida feliz, si alcanzará sus sueños, de dejar de desearle lo mejor del mundo porque él no lo necesita, sabe bien cómo hacerlo.
Podrá ser amor, y aunque nunca estuve más seguro de lo que siento, es hora de borrar memoria y probar si estas alas aún saben volar o también se fueron en su taxi aquel día, la última mañana que vi salir el sol.
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