— Son las 11:11, me dijo de pronto después de mirar su teléfono
— ¿Qué dijiste?, respondí porque no había entendido
— Son las 11:11, pide un deseo
Sonreí y fingí que no tenía importancia lo que había dicho, pero en el fondo sólo pensaba cuántos 11:11 había pedido volver a dormir a su lado y abrazarle como aquella madrugada. A mí los 11:11 se me habían cumplido, y él estaba a mi lado como siempre quise, no se me ocurría desear nada más en ese momento.
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